Por Pegaso
Tras mi vuelo vespertino me fui a echar güeva en mi cumulonimbus favorito.
Y leyendo el espléndido reportaje del New York Times titulado «Somos los nuevos enemigos del Estado: El espionaje a activistas y periodistas en México» me puse a pensar cuánta razón hay para temer a un sistema que está en un tris de caer en la tentación de la dictadura, si no es que ya estamos en una disfrazada.
Periodistas como Carlos Loret de Mola, Carmen Aristegui y otros, elevaron su voz para decir que demandarán al Gobierno por utilizar herramientas tecnológicas como Pegasus para espiar o tratar de espiar sus actividades.
Tuvo que venir alguien de afuera, un reportero llamado Azam Ahmed, enviado por el Times para que se destapara la cloaca, aunque a decir verdad, era algo que ya se sabía en nuestro país. Sólo faltaba demostrarlo y publicarlo a nivel mundial.
No es que todos los periodistas o activistas sociales estemos siendo vigilados, pero en teoría sí lo podríamos estar en cualquier momento, si nuestras actividades empiezan a molestar a nuestros gobernantes.
Se cuenta con las herramientas, como el citado programa Pegasus, que es en realidad un virus que permite ingresar a los datos privados de una persona, sus correos electrónicos, sus cuentas bancarias y hasta activar el micrófono y la cámara del teléfono celular, con lo que se pueden escuchar las conversaciones y ver a la persona o personas con las que trata a diario.
Me decía mi amigo Luis Alonso Vázquez, apenas ayer por la tarde, que difícilmente nosotros, a éste nivel podríamos ser víctima del espionaje institucional, sino que sólo los periodistas incómodos nacionales estaban expuestos a ello.
Efectivamente. No hay forma de hackear al mismo tiempo a miles de periodistas o activistas porque cada uno sale un ojo de la cara. Sólo aquel que se vuelve «persona de interés» es candidato a ser víctima de espionaje.
Pero aún hay más. Para instalar el programa malicioso Pegasus en un teléfono celular o computadora es necesario que el usuario dé click en el enlace que le llega vía correo electrónico o cualquier otro tipo de mensaje. Generalmente vienen disfrazados como una noticia sumamente atractiva, un premio o incluso, una amenaza, así que el aludido se siente impulsado a abrirlo.
La recomendación, entonces, es que no se abra cualquier mensaje sospechoso, si no se quiere ser víctima de los hackers oficiales.
Hay que aclarar que no solamente el gobierno realiza ese tipo de ejercicios. También particulares lo hacen, sean o no del crimen organizado.
Basta con saber lo básico sobre el funcionamiento de los virus y la forma de operarlos para acceder a datos importantes de cualquier persona.
A mí, en lo personal, me han hackeado mi equipo, pero como no tengo nada que ocultar ni empleo la computadora para manejar cuentas bancarias o cosas por el estilo, hasta ahora no he sido afectado.
El espionaje ha existido desde mucho tiempo atrás.
Desde que un avispado neandertal se asomó por encima de unas piedras para ver qué estaba haciendo su vecino y poder sacar provecho, hasta las sofisticadas herramientas tecnológicas que se utilizan hoy en día.
Yo me pregunto si la empresa que produce el malware Pegasus, NSO Group, de origen israelí, ha sido sancionada alguna vez por alguna autoridad, ya que aquí y en China producir virus debe estar penalizado.
Un virus de computadora, como todos sabemos, es un programa malicioso que busca instalarse y boicotear los equipos de cómputo de terceros.
Si eso no es un delito, no sé que pueda serlo.
La compañía se justifica diciendo que produce el virus sólo para que los gobiernos puedan espiar a los delincuentes y poder echarles el guante, pero, ¿quién garantiza que no se utilizará contra los propios ciudadanos, como parece que ocurre en México?
¡Ahhh! Extraño los tiempos en que las labores de inteligencia se hacían de una manera más tradicional, más artesanal.
Por supuesto que se utilizaba lo más avanzado en tecnología, pero ésta no era tan invasiva.
Me consta que no había intervenciones de teléfonos ni nada por el estilo, al menos en el CISEN a nivel local, sino simplemente acopio de datos para que la Secretaría de Gobernación valorara los posibles conflictos y se planteara una solución antes de que éstos ocurrieran.
De eso se trata la seguridad interna del país.
Ayer veía los mensajes que escriben mis amigos del grupo de chat Pegaso y me quedé sorprendido de que algunos de ellos entraran en sospechosismo al pensar que el nombre tiene relación con el multicitado virus.
Pueden estar tranquilos. El chat seguirá siendo un espacio libre y plural, aunque cada quien es responsable de lo que escriba en él.
Por cierto, del tema del espionaje pasaron a otras cuestiones más delicadas: Mi edad.
La maestra Mary Sánchez, que fue mi compañera de aula en la secundaria número 1 José de Escandón, subió el siguiente comentario: «Aproximadamente 42 años de conocer a Pegaso y contar con su amistad. Gran ser humano».
Y mi amiga Queta Santana, ex compañera en La Prensa de Reynosa: «36 años de conocer a Pegaso».
Salvador Estrada: «Mi Pegaso, lo conozco y es una persona honorable. Yo tenía 18 años y él como 27».
Y yo, para no quedarme atrás, texteé: «55 años de conocerme».
El hacker que desée ver el contenido de mis conversaciones sólo encontrará chingaderitas como esa.
Por eso, mejor nos quedamos con el refrán popular mexicano que dice: «Dentro del círculo de litigantes permanezcas». (Entre abogados te veas).